Los signos en doña rosita la soltera

LOS SIGNOS EN DOÑA ROSITA LA SOLTERA

1. El signo de la vida en espera: Doña Rosita. «La vida vibrante de anhelos jóvenes, de destinos a cumplir, de incitaciones», ejemplificada en la despedida con el primo amado que parte, al que Doña Rosita dice:

«yo ansío verte llegar
una tarde por Granada
con toda la luz salada
por la nostalgia del mar;
amarillo limonar,
jazminero desangrado,
porlas piedras enredado
impedirán tu camino,
y nardos en remolino
pondrán loco mi tejado.
Volverás.»

Anhelos, destinos e incitaciones «a los que rompe su curva la mano helada de la muerte», que aparece, agazapada y oculta, en el paso del tiempo, como lo advierte el Ama en el Segundo Acto:

«¿A usted le parece bien que un hombre se vaya y deje quince años plantada a una mujer que es la flor dela manteca?»

Paso del tiempo que no es advertido, en su interioridad, por doña Rosita y que, a pesar de lo que la exterioridad le muestra, mantiene los iniciales anhelos, destinos e intuiciones:

«Tengo las raíces muy hondas, muy bien hincadas en mi sentimiento. Si no viera a la gente, me creería que hace una semana que se marchó. Yo espero como el primer día. Además, ¿qué es un año, nidos, ni cinco?»

Y esa muerte es, sobretodo, «la muerte lorquiana que no sólo es morir es, también, no llegar», como comienza a columbrar doña Rosita en el Tercer Acto:

«Me he acostumbrado a vivir muchos años fuera de mí, pensando en cosas que estaban muy lejos, y ahora que estas cosas ya no existen sigo dando vueltas y más vueltas por un sitio frío, buscando una salida que no he de encontrarnunca.»

Una salida que la muerte lorquiana no admite: Ni llegar a la vida en plenitud, ni acabar en la muerte la vida. Sólo resta la vejez como perpetuo estancamiento en la pérdida:

«Ya soy vieja. (…) Ya perdí la esperanza de hacerlo con quien quise con toda mi sangre, con quien quise y… con quien quiero. Todo está acabado… y, sin embargo, con toda la ilusión perdida, me acuesto, y me levantocon el más terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de tener la esperanza muerta.»

2. El signo de la tierra: El Ama. Representa a esas «viejas mujeres, populares, llenas de augurios y presagios, de saber milenario, intuitivo y profundo», que expresa al iniciarse la obra:

«No, señora. A mí las flores me huelen a niño muerto, o a profesión de monja, o a altar de iglesia. A cosastristes. Donde esté una naranja o un buen membrillo, que se quiten las rosas del mundo. Pero aquí… rosas por la derecha, albahaca por la izquierda, anémonas, salvias, petunias y esas flores de ahora, de moda, los crisantemos, despeinados como unas cabezas de gitanillas. ¡Qué ganas tengo de ver plantados en este jardín, un peral, un cerezo, un kaki!»

Viejas mujeres que, acaso por su prolongadaexperiencia, acaso por su despierta intuición, son también «dicheras y maliciosas», y se dejan llevar por supersticiones:

«¡Por Dios, cierra la sombrilla, no se puede abrir bajo techado! ¡Llega la mala suerte!

Por la rueda de San Bartolomé
Y la varita de San José
Y la santa rama de laurel,
Enemigo, retírate
Por las cuatro esquinas de Jerusalén.»

Mostrando, sobretodo cuando le desean elmal al prójimo, que, en el fondo, no dejan de ser ingenuas:

«Por el ajonjolí,
por las tres santas preguntas
y la flor de la canela,
tenga malas noches
y malas sementeras.
Por el pozo de San Nicolás
Se le vuelva veneno la sal.
(Coge un jarro y hace una cruz en el suelo.)

«Allí encontró la rica que iba buscando y se casó, pero debió decirlo a tiempo. Porque, ¿quién quiere ya a estamujer? ¡Ya está pasada! Señora: ¿y no le podríamos mandar una carta envenenada, que se muriera de repente al recibirla?»

Pero, por sobre todas las cosas, estas viejas mujeres poseen una energía vital que las vuelve «fuertes como un rito de la Naturaleza», como resulta patente al finalizar la obra:

«¿Se ha puesto su abrigo? Y esta nube. Así, bien tapada. (…) Ahora, cuando lleguemos tengo la…