La otra en el espejo

La otra en el espejo

Sole

-¿Qué haces?

Una voz masculina se dirigía a ella desde afuera, y Gabriela se apresuró a guardar la libreta bajo la almohada. Era una libreta pequeña, muy gruesa por cierto y ricamente decorada, el regalo más grato de su último cumpleaños. No recordaba cuánto tiempo había estado escribiendo, quizá 3 o 4 horas, dos o tres días. El tiempo se había frenado unmes atrás y desde entonces no cobraba en ella absoluta relevancia, era una sensación extraña, como si hubiese dejado de correr, como si nunca hubiese existido y solo para ella el mundo se hubiese dejado de mover.

Le habría gustado permanecer en silencio pero conocía muy bien aquella voz.

-Nada…o mejor dicho, tu sabes bien lo que hago cuando entro aquí. Pienso en ella.

-Lo sé… Me he dadocuenta de que también escribes

-Sí, a veces.

-Llegó Mari, vino a invitarnos para ir de día de campo.

-No estoy de…

-Comprendo. De todos modos ya se fue.

Una sensación de extrañeza se apoderó de su mente pues en su creciente alejamiento de todo cuanto le rodeaba, le parecía absolutamente increíble que aún existieran personas con deseos de salir al campo. Sin embargo, de repentepareció comprender que en realidad no era nada extraño: ellos podían seguir una vida como la que ella misma había llevado y como la que hacía apenas unos meses, aún esperaba vivir. Ahora, al haberse alejado definitivamente los buenos tiempos, en el aire parecían flotar lastimeramente, como si no quisieran irse, los recuerdos de los viajes improvisados, de los paseos en bicicleta, de las fiestasal aire libre, las visitas al zoológico y los boletos para tres…

-Me dijo que te diera su más sentido pésame.

Apenas cambió un segundo aquel rostro, para volver a mostrar enseguida la misma expresión afligida y distante. Por eso, tras esperar en vano una respuesta, decidió el hombre cerrar la puerta. No podía, por más que deseara, hacer algo por ella. La amaba, era cierto, pero de pocoservía su amor contra aquel vacío, nada pudo hacer para evitar la muerte de aquella chiquilla que si bien no llevaba su sangre, representaba en su hogar todo en cuanto a la dicha y el desenfado, la risa y los planes futuros. Había aprendido a quererla y sufría también por su prematura partida.

En cuanto a Gabriela, ahora enfocaba sus pensamientos en esa última frase: “su más sentidopésame” había escuchado frases semejantes durante 30 días consecutivos y aún no podía comprender su significado. ¿Es que de verdad alguien podía sentirlo? Reprimía siempre el casi irresistible y natural impulso de formular tal pregunta. Tenía la sensación de que su vida misma había sido violentamente arrancada del mundo, ¿Cómo podían decir que les pesaba una muerte ajena, y luego irse de día decampo, como si nada pasara, como si al día no le faltara lo que de bueno y limpio había tenido, como si…? Le parecía indignante y sin embargo, en el fondo comprendía perfectamente que nadie más que ella tenía la culpa de lo ocurrido. Si tan solo se hubiera dado cuenta a tiempo, si hubiera corrido más a prisa… este tipo de suposiciones desfilaban una y otra vez en su cabeza, bien sabía que no teníansentido pues su hija estaba irremediablemente muerta, pero al menos le brindaban un consuelo momentáneo, eran como un intermitente punto de luz en la insondable oscuridad en la que se encontraba.

Sacó nuevamente la libreta, y aunque esta prometía ser la excepción, escribir siempre le había ayudado a sentirse mejor.

… Me pasé la vida soñando con ser madre de una niña, desde mistempranos juegos infantiles, derrochaba ya la ternura de mi ser femenino. Desde la inocencia del juego de muñecas sabía con absoluta certeza que mi destino era ser madre. Al crecer, me volví para ella lo menos imperfecta que pude ser, aprendí cuanto pude aprender y decidí enseñárselo todo, de manera que ella supiera distinguir y buscara para sí lo bueno y lo hermoso por encima de la rudeza y la…