CAPITULO PRIMERO
«EL PRINCIPE*, DE M AQUIAVELO
(1513)
Pues la fuerza es justa cuando es necesaria.
(M a q u ia v elo .)
EL DECORADO Y LAS CIRCUNSTANCIAS
Maquiavelo—ese nombre propio universalmente conocido, que
había de proporcionar a las lenguas modernas un sustantivo, ma
quiavelismo, y un adjetivo,» maquiavélico—evoca una época, eI Re
nacimiento; una nación, Italia; una ciudad,Florencia; y, en fin, al
hombre mismo, al buen funcionario florentino que, con toda inocen
cia, con perfecta ignorancia de su extraño porvenir, llevaba ese
nombre de Maquiavelo, destinado a la reputación más brillante
y más equívoca.
EI Renacimiento, en eI sentido estricto de la palabra, es un
movimiento intelectual que comienza a fines del siglo xy, se ex
pande durante eI primer cuarto del xvi y tratade sacudir las dis
ciplinas intelectuales de la Edad Media, para volver a la anti
güedad clásica, estudiada directamente en sus fuentes por los
humanistas y no ya a través de la transmisión cristiana. Pero eI
Renacimiento, en eI sentido amplio de la palabra, es mucho más.
Es este hecho considerable, a saber: que la majestuosa construc
ción medieval, que reposaba en la doble autoridad del Papa,en lo
espiritual, y del emperador, en lo temporal, se derrumba defini
tivamente. En lo temporal, se afirman los grandes estados monár
quicos unificados: Francia, Inglaterra, España, cuyos soberanos
van a considerar, cada vez más, como irrisorias las pretensiones,
rivales y concilladas, del Papa y del emperador. Entre tanto, eI
descubrimiento de América, debido a Colón, y de la ruta de la In
diapor eI Cabo, debido a Vasco de Gama, van a trastornar la eco
nomía mundial. En lo espiritual, la economía del espíritu humano,
si así puede llamarse, es trastornada, poco a poco, por eI descu-
i: «EL PRINCIPE», DE MAQUIAVELO
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brimiento de la imprenta: al finalizar eI siglo xv, todas las grandes
ciudades tienen su imprenta.
La crisis de la conciencia europea (que Paul Hazard estudia en
unlibro magistral (1), situándola entre 1680 y 1715) no será más
que eI desarrollo de los gérmenes virulentos inoculados entonces
en los espíritus y en los corazones: pasión de buscar y de descu
brir; exigencia crítica y libre examen, ávidos de impugnar todo
dogma, de desgarrar cualquier escolástica; orgullo humano dis
puesto a enfrentarse con lo divino, a oponer al Dios creador eI
hombre que sebasta a sí mismo, eI hombre convertido en Dios
para eI hombre, que ejerce su propio poder creador sobre una natu
raleza exenta ya en lo sucesivo de raíces religiosas, tornada de
nuevo pagana. La era de las técnicas, al servicio del hombre y
de su acción, sucede a la era medieval de la contemplación, orien
tada y dominada por Dios. EI individuo, encuadrado por las co
munidades, desde la familiahasta eI gremio, a las cuales pertene
cía por decreto de la Providencia, conducido por la Iglesia al reino
del cielo, a su salvación eterna, va a liberarse poco a poco de esta
larga disciplina católica de la Edad Media, para buscar su camino
en una fecunda o estéril soledad.
En Italia, más que en parte alguna, este individuo renovado,
por poco que sienta su fuerza, su energía, su valor (todo lo quetraduce la palabra italiana virtú y que traicionaría eI vocablo
francés vertu), se desencadena, estalla, goza agresivamente de su
emancipación. Mofándose del reino del cielo, no piensa más que
en tomar posesión ávidamente del reino de la tierra, con todos
sus disfrutes: carnales, estéticos, intelectuales. «EI individuo—dice
con admiración Carlos Benoist en sus estudios sobre eI maquia
velismo—, eIindividuo libre y desligado, que se arroja impetuosa
mente bajo los golpes de la fortuna, eI animal ágil y soberbio,
zorro y león, siempre al acecho o al asalto de la presa.» Se ha
reconocido que las grandes fieras del Renacimiento italiano, los
Borgia, un Benvenuto Cellíni, no eran peores que otras de que la
Historia habla menos, sino capaces de más bellos crímenes (pues
esta noción del bello…