Bajo la rueda resumen

Joseph Giebenrath, agente y comisionista no se diferenciaba del resto de sus conciudadanos. Maldecía a los míseros que mendigaban un limosna de lso potentados que hacían ostentación de su riqueza.

Nuestro hombre tenía un hijo único y de él queremos hablar. Hans Giebenrath quien era un niño talentoso; su madrea había muerto hacía bastantes años, fue siempre enfermiza.

Los profesores, el rector,los vecinos, el párroco y los condiscípulos, todos los que tuvieron ocasión de tratar a Hans, coincidieron en afirmar que el muchacho era una mente privilegiada, y con ello quedó decidido su destino: el ingreso en el Seminario, de allí al Seminario Superior Evangélico-teológico de Tubinga, para salir luego destinado al púlpito o a la cátedra.

Faltaban pocas semanas para un nuevo examen, en el que“el Estado” selecciona la floración espiritual del país.

Hans Giebenrath era el único candidato seleccionado en la pequeña ciudad. El honor era grande, pero no adquirido sin esfuerzo. Hans tuvo que frecuentar cada mañana la lección delos catecúmenos, donde el catecismo, lo ejercicios memorísticos y las frecuentes preguntas y respuestas henchían con soplo renovador la conciencia religiosa de lasalmas juveniles. Desgraciadamente, Hans no se preocupaba demasiado de aquellas lecciones.

– ¿Qué opina usted de Giebenrath? ¿Cree que triunfará en la prueba? – preguntó un día el profesor de la clase al rector.
– ¡Claro! ¡Claro que sí! – exclamó jubiloso el rector – Es uno del os más sensatos. Si lo observa usted bien, se dará cuenta de que está verdaderamente espiritualizado.

Aquella tarde Hanshixo la visita de despedida al rector.
– Esta noche no tienes que trabajar nada. Prométeme que así lo harás. Mañana has de estar completamente despejado. Ve a pasear una hora y luego métete en la cama. Hans atravesó la plaza, y siguió la calle del mercado hasta llegar al puente viejo; casi se asustó al sentir que una mano fuerte se posaba en su hombro y que una amistosa voz masculina le decía:
-¡Dios te guarde, Hans! ¿Me acompañas un trecho?
Era el zapatero Flaig, a quien antes visitaba con bastante frecuencia. Flaig habló del examen, fracasar no sería una vergüenza, pues podía ocurrirle al mejor, y en el caso de que le sucediera a él, tenía que pensar que Dios había elegido su alma como merecedora de especiales designios y que la conduciría finalmente por el propio camino que le teníaseñalado.

A Hans le volvió a la memoria el recuerdo de Augusto, el amigo de la escuela que le ayudara a construir la rueda y a a condicionar el pequeño conejar. Hacía ya un año que Augusto salió de la escuela para convertirse en un aprendiz, mecánico. Desde entonces apenas lo vio más de dos veces. Tampoco el dispondría ya de tiempo…

A pesar de lo temprano de la hora, el propio rector se tomó lamolestia de presentarse en la estación.

La llegada a Stuttgart reanimó súbitamente al padre, que comenzó a mostrarse alegre, afable y casi cortés. Hans estaba silencioso y lleno de temor.

El profesor dictó el texto correspondiente al ejercicio de latín, Hans lo encontró ridículamente fácil. Realizó su tema con rapidez y casi con alegría, lo pasó en limpio cuidadosamente y fue un de los primerosen entregarlo.
-¿Qué tal ha ido? Preguntó el padre-
– Ha sido muy fácil- respondió con orgullo.

Su padre realizó algunas visitas a conocidos. En una de ellas encontró a un muchacho que había llegado de Góppingen para sufrir también el examen.
-¿Qué te ha parecido el tema de latín?¡Fácil, verdad?- preguntó Hans.
– Muy fácil. Pero el caso es que precisamente en los temas fáciles es donde se hacenmayor número de fallas- y luego preguntó, cuántos condiscípulos de Hans habían acudido al examen.
– Ninguno más. Sólo yo. – respondió.
– Los de Góppingen somos doce. Entre nosotros hay dos o tres que esperan alcanzar los primeros puestos. El número uno del año anterior fue también de Góppingen. ¿Seguirán estudiando en el Gymnasium si te suspenden?-
– No sé… creo que no…-
– Yo seguiré…